viernes, 17 de junio de 2011

Giotto

La Historia del Arte contiene una serie de nombres clave, de artistas cuya obra significó un punto de inflexión en el desarrollo del arte. Uno de estos genios es Giotto di Bondone (1266-1337), el hombre con quien comenzó el verdadero renacimiento de la pintura occidental tras siglos de oscuridad.

El Beso de Judas - Capilla Scrovegni

Porque Giotto fue el primero en intentar romper con algunos de los convencionalismos que el arte medieval se había autoimpuesto. Los pintores de su época eran meros artesanos que repetían maquinalmente las fórmulas aprendidas durante su período de aprendizaje. Se consideraba como algo malo o incluso sacrílego cualquier intento de innovación. Esto derivó en un arte que alcanzaba en ocasiones cotas de gran belleza cuando el maestro era diestro en su oficio, pero que distaba mucho de cualquier viso de realismo en la representación del mundo. Salvo en casos excepcionales, se había abandonado cualquier tema que no fuese estrictamente religioso, y géneros como el paisaje o incluso el retrato estaban prácticamente abandonados. La pintura tenía como único objeto glorificar a Dios y cualquier atisbo de individualidad era mal visto.

La comadrona Salomé - Capilla ScrovegniGiotto  comenzó a buscar su propio camino, y dio pasos que ahora pueden parecernos pequeños pero que en su momento fueron considerados como revolucionarios. Intentó situar a sus personajes en un entorno más realista jugando con la perspectiva. Fue pionero en el tratamiento de sus personajes, a los que modeló con un sentido más escultórico para darles mayor peso y corporeidad. De este modo huía del aplanamiento tan común en los maestros de su tiempo. Sus rostros expresan con gran viveza las emociones, dando un paso más allá de las representaciones convencionales. Tuvo, oh, el gran atrevimiento de representar pies y manos de manera naturalista, haciendo caso omiso de la regla que decía que estos siempre se habían de ver de frente y en su totalidad, independientemente de la posición del resto del cuerpo de la figura.

Detalle de uno de los frescos de GiottoY es que además, las obras de Giotto son extremadamente bellas aún en su imperfección. Un luminoso cielo azul estrellado domina en muchas de sus escenas, mandando al olvido el anodino fondo dorado preceptivo en la pintura hasta ese momento.

Como es lógico para un personaje de esta época, no tenemos demasiados fidedignos de su vida. Básicamente legendas y lo que Vasari nos ha dejado en sus biografías de artistas, tampoco muy lejanas de la fábula en demasiadas ocasiones. Para él, el niño Giotto trabajaba como pastor en los campos de la Toscana. Para pasar el rato se distraía pintando del natural a sus ovejas. Cuando por esas cosas de la vida, el gran pintor Cimabue acertó a pasar por donde estaba el muchacho (¡ya es casualidad!) y vio lo que éste había hecho, se lo llevó inmediatamente con él para que aprendiera el oficio de pintor. Y es que el pequeñajo había dibujado a la oveja con gran realismo, aplicando incluso las leyes de la perspectiva para representarla. Esto parece increíble cuando ni siquiera los artistas profesionales las usaban en absoluto en la época.

Santa Clara llora ante el cadáver de San Francisco - Iglesia de Asís

Giotto se hizo inmensamente célebre en toda Italia gracias a la calidad de su trabajo. Se cuenta que incluso el Papa quiso tenerlo a su servicio. Para ello envió a un mensajero hasta Florencia para conocer si el artista era realemente digno de trabajar para el Santo Padre. Giotto se limitó a mojar su pincel en tinta roja y dibujar un círculo perfecto a pulso sin la ayuda de compás alguno. Le entregó la tela al mensajero diciéndole que su obra hablaría por él. Por supuesto el Papa quedó francamente impresionado. Sobre su habilidad se cuentan todavía más historias, como la de la mosca que pintó sobre uno de los rostros en los que su maestro Cimabue estaba trabajando. El viejo artista intentó repetidamente espantar al bichito con sus manos, hasta que cayó en la cuenta que también estaba pintado, hasta tal punto llegaba el realismo que Giotto le había imprimido.

Su fama le llevó lejos de su patria, pues fue reclamado en Nápoles por el rey Roberto I y como ya mencionamos más arriba, también en Roma. Lo más granado de su obra se encuentra en los grandes ciclos de frescos que realizó en Asís, en la Capilla Scrovegni de Padua, en San Juan de Letrán de Roma y en varias capillas de la ciudad de Florencia. Ya viejo, volvió a su patria. Allí fue el primer artista que alcanzó la celebridad pública y el reconocimiento de sus ciudadanos, que le honraron incluso en el día de su muerte con el duelo público. Este hecho es en sí todo un hito, pues los artistas eran considerados meros artesanos . Se dice que era un hombre afable y de buen trato, capaz de moverse con desenvoltura en los más selectos ambientes. Se dice que el mismo Dante Alighieri figuró entre sus amigos y que fue a ver su trabajo en la Capilla de los Scrovegni. En todo caso, lo que es seguro es que lo cita en su Divina Comedia, reputándolo de artista de mayor talla que su maestro Cimabue.

Resurrección de Lázaro Capilla Scrovegni de Padua

Giotto es el primer gran pintor tras la época oscura del Medioevo. Su nombre surge de entre las sombras del anonimato en que su época sumergía a los artistas, para reclamar la dignidad de su arte por encima de la mera labor manual. Tras su muerte, aunque muchos artistas siguieron pintando al modo medieval, las cosas ya no fueron lo mismo. Medio siglo después comenzó a germinar la semilla que él había sembrado. De este árbol brotarían hermosos frutos. La historia los engloba a todos bajo un gran nombre: Renacimiento.

miércoles, 8 de junio de 2011

Bernini o el espíritu del Barroco

Autorretrato de Bernini, que también fue capaz de coger los pinceles Gian Lorenzo Bernini es, probablemente el máximo exponente de lo que se entiende por artista barroco. Partiendo de una formación manierista, fue el pionero de una nueva sensibilidad. Impuso un nuevo estilo y lo llevó a su máxima gloria y expresividad. Tras su desaparición del panorama artístico lo barroco derivó hacia formas cada vez más decadentes, que provocarían una reacción contra todo lo que este estilo significó. El neoclasicismo condenó todo lo barroco como deleznable, contrario a la razón y el decoro. Este estigma ha perdurado hasta tiempos muy recientes, cuando el legado de Bernini y sus más cercanos seguidores se ha revalorizado en su justa medida.

Gian Lorenzo nació en Nápoles en 1598. Su padre Pietro Bernini era un escultor toscano que poco después marcharía a trabajar al Vaticano en la Capilla Paulina. El joven Bernini aprendió el oficio La Cabra Amaltea, una de sus primeras obras notables para los Borgheseen el taller paterno, destacando muy pronto en el arte, pues su talento llamó la atención de la alta sociedad romana. El Cardenal Borghese fue su primer protector y cuando el Cardenal Barberini ascendió al solio pontificio con el nombre de Urbano VIII el artista gozó del mecenazgo papal. Bernini liberó entonces toda su creatividad. Obras como El Rapto de Proserpina, Apolo y Dafne o su personal versión del David inauguraron una nueva manera de interpretar la escultura, plena de dinamismo y exhuberancia. Las figuras se muestran inmersas en el momento más dramático de la acción. Bernini rompe con el tradicinal equilibrio clasicista para introducir la diagonal en sus composiciones, que pueden ser observadas desde distintos puntos de vista. Bernini fue a la escultura lo que Caravaggio a la pintura: un innovador que rompió con los convencionalismos hasta entonces aceptados para marcar un nuevo camino en la senda del arte.

El Rapto de ProserpinaDetalle del Rapto de Proserpina

Bernini se convirtió en el amo del panorama artístico romano: sus patrones los papas le encargaron los grandes proyectos públicos de la época. La Plaza de San Pedro, una gran serie de grandes palacios y fuentes romanas son obra suya. El artista fue implacable con cualquier posible rival; intentó acaparar todo el trabajo y reducir a sus competidores al silencio. El arquitecto Carlo Borromini o el escultor Francesco Mochi fueron algunas de sus más ilustres víctimas.

El imponente Baldaquino de San Pedro

Con la subida al trono de Inocencio X (1644), Bernini sufre un declive en su influencia. El nuevo papa es enemigo de los grandes fastos que el arte de Gian Lorenzo tan bien decoraba. No obstante, es en estos años cuando factura lo que será tal vez su obra más conocida, el Extasis de Santa Teresa. Esta obra es mármol hecho gloria, donde el arrobo espiritual se confunde con el delirio físico.

Con el nuevo papa Alejandro VII Bernini conoce nuevos tiempos de gloria. Vuelve a gozar de la máxima confianza cerca del trono pontificio y a disfrutar de los grandes encargos de la época. Es entonces cuando acomete la decoración de la Cátedra de San Pedro en el Vaticano y la espectacular tumba del papa Alejandro.

En 1664 es llamado por el Rey Sol para que acometa la reestructuración del Palacio del Louvre. Sin embargo, Bernini encuentra un ambiente hostil por parte de la comunidad artística francesa. A los pocos meses ya está de vuelta en Roma, donde será el absoluto dominador hasta su muerte.

Detalle de Apolo y Dafne La Verdad revelada por el Tiempo

Tumba de Alejandro VII

La Ciudad del Vaticano que podemos ver en la actualidad es en buena parte la versión que de ella Bernini nos ha legado. Roma conserva su impronta de manera indeleble a través de sus fuentes, monumentos y palacios varios. Hasta el siglo XX su influjo en la historia del arte se vio mermado y menospreciado por una buena parte de la crítica que consideró a Bernini como el iniciador de una especie de “época oscura” donde el buen gusto fue abandonado en favor de los excesos más groseros. Sin embargo la grandeza y majestuosidad de su obra están más allá de toda discusión. Bernini devolvió al arte el punto de emoción y voluptuosidad que el espíritu contrarreformista había intentado erradicar durante más de un siglo. Dejemos que nuestros ojos nos convenzan de la belleza de su arte más allá de ideas preconcebidas.

Extasis de Santa Teresa

La Beata Ludovica Albertoni