martes, 31 de diciembre de 2013

Casi un Leonardo

Alrededor de la deslumbradora figura de Leonardo da Vinci creció un pequeño grupo de artistas que recogieron su legado con mayor o menor fortuna. Uno de los más desconocidos es Fernando Yáñez de la Almedina, pintor olvidado durante siglos cuya memoria ha sido recuperada en los últimos años. Junto al también español Hernando Llanos marchó a Italia para colaborar con el maestro en la ejecución de los frescos de La Batalla de Anghiari. Tras el fracaso del proyecto, volvió a España, pero sus obras posteriores revelan un conocimiento profundo del arte italiano, pues es indudable que en su producción ejercieron notable influencia no sólo Leonardo, sino otros maestros como Filippino Lippi o Perugino.

La Santa Catalina de Alejandría que se conserva es una pintura misteriosa y hermosa a la vez, pues no sabemos en qué circunstancias fue pintada ni para quién. Se fecha hacia el año 1510, y para cualquier aficionado, la elegante figura de la santa mártir tiene una evidente aire leonardesco. Es probablemente una de las obras maestras olvidadas de la pintura española y su visión resulta todo un impacto para el visitante desprevenido. Elegancia, hermoso colorido, ajustado diseño y un personaje que parece haberse escapado de La Virgen de las Rocas.

Fernando Yáñez de la Almedina Santa Catalina de Alejandría Museo del Prado

martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Navidad 2013

Adoración del Niño Jesús Gerrit Van Honthorst

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sábado, 14 de diciembre de 2013

Una Fábula del Greco

Domenico Theotokopulos es uno de los más singulares artistas de la historia. Con un estilo absolutamente libre totalmente adelantado a su época, fue mal comprendido por sus contemporáneos. Sus obras religiosas irradian una extraña espiritualidad, y sus retratos tienen la cualidad de aunar un crudo realismo con un misticismo a veces incomprensible para el espectador contemporáneo. Ninguna fotografía es capaz de reproducir la extraña sensación que nace de la contemplación directa de sus obras, a ser posible en su ubicación original. Personajes venidos de un tiempo lejano se presentan ante nuestros ojos, espectrales, grandiosos e imponentes.
Este es uno de sus cuadros menos conocidos, su "Fábula" o "Muchacho encendiendo una candela junto a un mono y un loco", una de esas obras a los cuales los expertos no acaban de encontrarle un significado a ciencia cierta. ¿Puro divertimento o mensaje oculto u olvidado? Probablemente lo segundo, pero hoy por hoy no lo sabemos.

A 0440

jueves, 1 de agosto de 2013

Original y copia: Venus y Olympia

Aunque no estamos hablando estrictamente de copias, la Venus durmiente de Giorgione está íntimamente ligada a la Venus de Urbino de Tiziano y, a través de los siglos a la Olympia de Edouard Manet.

Giorgione Venus_dormida 1510

Tiziano Venus de Urbino 1538

Edouard_Manet_-_Olympia_-_1863

Giorgione creó un modelo, tomado de la mitología clásica, que fue seguido por muchos de sus contemporáneos venecianos. Tiziano lo sublimó, llevándolo a la perfección y popularizándolo. Manet lo transformó, sacándolo de lo mítico y llevándolo a la más dura realidad. Ya no es una diosa, sino una prostituta, que mira desafiante al espectador. Lo que en Giorgione es dulce ensueño y en Tiziano velada invitación, en Manet es cruda afirmación.

jueves, 18 de julio de 2013

La Comunión de Santa Teresa–Juan Martín Cabezalero

El Prado es el paraíso para cualquier amante del gran arte pictórico español. Cualquier aficionado sabe que en dicho museo encontrará lo más granado de la obra de grandes genios como Goya, Velázquez, Zurbarán, Ribera o Murillo vienen fácilmente a la memoria. Entre tanta luminaria, suelen pasar desapercibidos otros maestros de indudable talento, tales como Alonso Cano, Juan de Juanes, Ribalta, Valdés Leal, Herrera padre e hijo… la lista es inabarcable. Los siglos XVI y XVII están plagados de grandes nombres. Todavía hay un tercer nivel, artistas como Mateo Cerezo, Pedro Orrente, Alejandro de Loarte, etc., nombres que sólo a los verdaderos aficionados les serán familiares. Son artistas cuyo legado se ha visto oscurecido por una muerte temprana, la mala suerte o la destrucción de su obra.  A veces es conveniente alejarse de las multitudes que se agolpan frente a los “greatest hits” y echar una mirada hacia el otro extremo de la sala, donde nos esperan grandes y agradables sorpresas.

También es un hecho habitual que verdaderas obras maestras se escondan en museos más pequeños o alejados de los grandes centros urbanos, o tal vez en iglesias o conventos (con frecuencia de clausura), que impide que alcancen una gran popularidad entre el gran público.

Uno de estos artistas olvidados por las masas (y casi por los expertos) es Juan Martín Cabezalero. En el Prado se expone su Asunción de la Virgen, cuadro excelente, pero que puede verse sepultado por esa especie de atracón para los sentidos que es la visita a un gran museo. Es una pista a seguir, porque su obra maestra se conserva en otro museo de la ciudad, la Fundación Lázaro Galdiano. Hablamos ni más ni menos de la Comunión de Santa Teresa, obra digna de reinar en el más opulento de los palacios venecianos. Obra de gran formato, es absolutamente suntuosa, las figuras son imponentes y escultóricas, la composición perfecta, el color está administrado con absoluta maestría… un festival de rojos, negros y dorados, que no desmerecerían al mejor de los Tizianos.

¿Por qué no conocemos apenas a Cabezalero? Pues porque el pobre murió con sólo 39 años en 1673, porque nunca trabajó para la corte y por lo tanto sus pocos cuadros no están en grandes museos estatales con la excepción antes citada. Porque los historiadores del arte han tenido la tendencia a atribuir sus obras a otros artistas de más fama, como Claudio Coello o Juan Carreño de Miranda, su maestro y en cuya casa vivió durante mucho tiempo. Porque algunos de sus trabajos más importantes fueron destruidos hace ya muchos años y otros están en colecciones privadas de difícil acceso para el público en general. Y porque la idiosincrasia de la sociedad española de su tiempo constriñó su arte como el de todos sus contemporáneos, limitando su producción a obras de devoción religiosa, mientras sus colegas italianos podían crear grandes obras mitológicas, llenas de bellos cuerpos desnudos que poblaron los palacios (y después los museos) de media Europa.

No duden que algunos de esos negruzcos cuadros de iglesia que todos hemos visto en diversas poblaciones españolas, son verdaderas obras maestras del arte aún por descubrir. Y alguna probablemente salió de la mano de Cabezalero.

Juan_Martín_Cabezalero_-_The_Communion_of_Saint_Theresa_-_Google_Art_Project

viernes, 5 de julio de 2013