jueves, 18 de julio de 2013

La Comunión de Santa Teresa–Juan Martín Cabezalero

El Prado es el paraíso para cualquier amante del gran arte pictórico español. Cualquier aficionado sabe que en dicho museo encontrará lo más granado de la obra de grandes genios como Goya, Velázquez, Zurbarán, Ribera o Murillo vienen fácilmente a la memoria. Entre tanta luminaria, suelen pasar desapercibidos otros maestros de indudable talento, tales como Alonso Cano, Juan de Juanes, Ribalta, Valdés Leal, Herrera padre e hijo… la lista es inabarcable. Los siglos XVI y XVII están plagados de grandes nombres. Todavía hay un tercer nivel, artistas como Mateo Cerezo, Pedro Orrente, Alejandro de Loarte, etc., nombres que sólo a los verdaderos aficionados les serán familiares. Son artistas cuyo legado se ha visto oscurecido por una muerte temprana, la mala suerte o la destrucción de su obra.  A veces es conveniente alejarse de las multitudes que se agolpan frente a los “greatest hits” y echar una mirada hacia el otro extremo de la sala, donde nos esperan grandes y agradables sorpresas.

También es un hecho habitual que verdaderas obras maestras se escondan en museos más pequeños o alejados de los grandes centros urbanos, o tal vez en iglesias o conventos (con frecuencia de clausura), que impide que alcancen una gran popularidad entre el gran público.

Uno de estos artistas olvidados por las masas (y casi por los expertos) es Juan Martín Cabezalero. En el Prado se expone su Asunción de la Virgen, cuadro excelente, pero que puede verse sepultado por esa especie de atracón para los sentidos que es la visita a un gran museo. Es una pista a seguir, porque su obra maestra se conserva en otro museo de la ciudad, la Fundación Lázaro Galdiano. Hablamos ni más ni menos de la Comunión de Santa Teresa, obra digna de reinar en el más opulento de los palacios venecianos. Obra de gran formato, es absolutamente suntuosa, las figuras son imponentes y escultóricas, la composición perfecta, el color está administrado con absoluta maestría… un festival de rojos, negros y dorados, que no desmerecerían al mejor de los Tizianos.

¿Por qué no conocemos apenas a Cabezalero? Pues porque el pobre murió con sólo 39 años en 1673, porque nunca trabajó para la corte y por lo tanto sus pocos cuadros no están en grandes museos estatales con la excepción antes citada. Porque los historiadores del arte han tenido la tendencia a atribuir sus obras a otros artistas de más fama, como Claudio Coello o Juan Carreño de Miranda, su maestro y en cuya casa vivió durante mucho tiempo. Porque algunos de sus trabajos más importantes fueron destruidos hace ya muchos años y otros están en colecciones privadas de difícil acceso para el público en general. Y porque la idiosincrasia de la sociedad española de su tiempo constriñó su arte como el de todos sus contemporáneos, limitando su producción a obras de devoción religiosa, mientras sus colegas italianos podían crear grandes obras mitológicas, llenas de bellos cuerpos desnudos que poblaron los palacios (y después los museos) de media Europa.

No duden que algunos de esos negruzcos cuadros de iglesia que todos hemos visto en diversas poblaciones españolas, son verdaderas obras maestras del arte aún por descubrir. Y alguna probablemente salió de la mano de Cabezalero.

Juan_Martín_Cabezalero_-_The_Communion_of_Saint_Theresa_-_Google_Art_Project

viernes, 5 de julio de 2013