Aunque no estamos hablando estrictamente de copias, la Venus durmiente de Giorgione está íntimamente ligada a la Venus de Urbino de Tiziano y, a través de los siglos a la Olympia de Edouard Manet.
Giorgione creó un modelo, tomado de la mitología clásica, que fue seguido por muchos de sus contemporáneos venecianos. Tiziano lo sublimó, llevándolo a la perfección y popularizándolo. Manet lo transformó, sacándolo de lo mítico y llevándolo a la más dura realidad. Ya no es una diosa, sino una prostituta, que mira desafiante al espectador. Lo que en Giorgione es dulce ensueño y en Tiziano velada invitación, en Manet es cruda afirmación.