El simbolismo fue el arte de lo onírico, de la exploración de las emociones que surgen de lo más profundo del alma humana. Uno de los más destacados exponentes de esta corriente artística fue el francés Odilon Redon (1840-1916). Desde muy pequeño, el joven Redon practicó el dibujo con asiduidad, aunque la presión paterna le obligó a intentar ingresar en la escuela de ingeniería. Su fracaso en las pruebas de admisión le produjo una gran frustración. Redon fue básicamente un autodidacta que no consiguió el reconocimiento público hasta muy avanzada su carrera. Sus perturbadores dibujos y grabados en blanco y negro (noirs) le dieron la fama, aunque a partir de 1900 los abandonó para sumergirse en el color, aunque el carácter de su obra siguió siendo sumamente opaco y misterioso para el observador. Cerradas en sí mismas, parecen surgir del silencio para volver a hundirse en él. Figuras contemplativas o ensimismadas, selvas petrificadas y colores suspendidos en el papel. Ojos gigantescos que nos miran, arañas con rostro humano, naturalezas muertas en el más estricto sentido de la palabra. Si hay un artista que nos ha mostrado el mundo de los sueños, ese ha sido Redon.
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