lunes, 19 de marzo de 2012

Volavérunt

En el manuscrito que se conserva en el Museo del Prado, y que se tiene por autógrafo del propio Francisco de Goya, el capricho se explica de la siguiente manera:
“El grupo de brujas que sirve de peana a la petimetra, más que necesidad, es adorno. Hay cabezas tan llenas de gas inflamable, que no necesitan para volar ni globo, ni brujas”
Sin embargo, como en casi toda la serie, la ilustración parece albergar en su interior significados paralelos, ocultos a la mirada de la mayoría de los mortales. Junto al apóstrofe moralizante, convive lo personal y lo impublicable.
[Fig. 6]
Porque la bella bruja de semblante afligido parece no ser otra que Cayetana de Alba. Los términos en que se basó la relación entre el artista y la aristócrata no acaban de estar claros, pero Goya nos ha dejado en sus obras algunas pistas que nos hacen sospechar que en algún momento ésta trascendió lo profesional. Chocante es cuando menos el retrato de la duquesa conservado en la Hispanic Society de New York, en el que la dama luce en su mano sendos anillos, con las palabras Goya y Alba. El dedo de la misma mano apunta al suelo, donde puede verse escrito en tierra y a los pies de la retratada otra vez las palabras Solo Goya. La primera de ellas fue tapada en algún momento posterior a su creación, por alquien que tal vez la consideró comprometedora.
La Duquesa de Alba 2
Volviendo al grabado, el personaje femenino ostenta en su cabeza sendas alas de mariposa, símbolo de la inconstancia y la fragilidad. Pueden tomarse como un reproche de amante despechado, igual que el título Volavérunt (“volaron” en latín), tomado en el sentido de pérdida, de algo que se fue para no volver. Y sin embargo, como siempre, Goya consigue velar el significado profundo de la ilustración, si es que éste existe realmente, y no son estas elucubraciones, parafraseando al propio artista, monstruos producidos por la razón de otras mentes.

domingo, 11 de marzo de 2012

Original y copia: Las dos Giocondas

Como decía GA Becquer en uno de sus más célebres poemas: “silenciosa y cubierta de polvo, de su dueño tal vez olvidada…”, esta parecía ser la condición de un pequeño cuadro conservado en el Prado: la Gioconda de autor anónimo, que nos sonreía desde un lóbrego fondo negro, sin que sus encantos pareciesen suficientes para atraer la mirada curiosa del visitante.

La verdad es que parecía una versión deslucida de la famosa obra de Leonardo da Vinci. Era una pintura oscura y poco atrayente, y no parecía albergar grandes secretos. Una copia de calidad mediana de una famosa obra, realizada en algún momento posterior. Pero he aquí que una reciente restauración ha revelado datos insospechados. El fondo negro no era sino un repinte muy posterior, y la restauración realizada ha revelado que la pintura fue creada al unísono que el original del Louvre, pues muestra los mismo pentimentos y correcciones que esta. Efectivamente, fue uno de los alumnos del maestro quien pintó su propia versión de la Gioconda a la vez que Leonardo creaba la suya. Los nombres de Francesco Melzi o Salai parecen los más probables a la hora de adjudicar autoría a la tabla.

El cuadro del Prado ahora ofrece un aspecto estupendo: los colores son más vivos y el paisaje de fondo recuerda mucho al del original. Es una pintura de gran calidad y belleza, aunque la mano que la creó no era de ningún modo tan sabia ni tan hábil como la de Leonardo. Por supuesto, su redescubrimiento ha atraido la atención de los medios y del público en general, aunque más allá de su valor artístico, la obra se revela como una inestimable fuente de información para conocer aspectos hasta ahora desconocidos sobre la génesis de una obra maestra y nuevos detalles relativos al funcionamiento del taller de Leonardo.

Copy_of_La_Gioconda_-_Leonardo_da_Vinci's_apprentice Prado The_Joconde_by_a_student_of_Leonardo_da_Vinci