jueves, 9 de enero de 2014

Masaccio

Tommaso di Ser Giovanni di Mone Cassai (1401-1428) vivió sólo 27 años. A esa edad la mayoría de los humanos apenas hemos hecho algo en la vida. O tal vez nada. Cuando Masaccio falleció (según las malas lenguas, envenenado) se había convertido en el primer pintor de la era moderna. Podemos decir que con Masaccio, el Renacimiento llega a la pintura.

El Tributo de la Moneda

Artista de precocidad deslumbradora, ya lo encontramos en 1417 establecido en Florencia. Probablemente se formó con un paisano y pariente suyo, el pintor Mariotto di Cristofano, aunque existen otras teorías. El caso es que ya en 1420 le hallamos asociado con un pintor más veterano, Masolino da Panicale, junto al que emprenderá alguno de sus más importantes proyectos. Así será en la Capilla Brancacci de la iglesia de Santa Maria del Carmine, donde ambos artistas emprenderán un ambicioso ciclo de temática inusual. Los trabajos comenzarán en 1425, y es fácil distinguir el estilo de ambos artistas: Masolino es elegante y muy apegado todavía al estilo gótico de figuras preciosas y un tanto planas; Masaccio, al contrario dota a sus figuras de una contundencia y monumentalidad muy características.

Expulsión del ParaisoEn Florencia, Masaccio había trabado amistad con las principales figuras del panorama artístico, Donatello y Filippo Brunelleschi, de quien Vasari afirma aprenció las reglas de la perspectiva. Esto será determinante. Sus frescos en el Carmine son los primeros que insertan a sus personajes en un escenario real, fiel a las leyes de la naturaleza. Adiós a los fondos dorados, adiós a las figuras ajenas a su entorno. Mientras Masaccio pinta sus escenas, está creando, tal vez sin darse cuenta, algo nuevo. Recoge el testigo de Giotto, a quién sin duda estudió, y consigue elevar el arte de la pintura a un nuevo nivel. Es un punto sin retorno para la historia del arte.

Su obra maestra quedará sin embargo inacabada. Masolino marcó a Hungría el mismo año, y nuestro artista continuará los trabajos hasta 1426. Sólo cincuenta años después, Filippino Lippi completará lo que sus predecesores dejaron a medias.

Santa Maria Novella de Florencia será el lugar donde Masaccio nos dejará su obra maestra, la Santísima Trinidad (1427). Las circunstancias de su creación no están del todo claras, pero el arte habla por si mismo. En una pared lisa, el pintor consigue crear la ilusión de profundidad en diversos planos. La obra es sorprendente, pues rompe con cualquier tradición pictórica anterior. El uso de la perspectiva geométrica es fascinante, sobre todo si tenemos en cuenta que prácticamente no existían precedentes a los que aferrarse. La mano de Brunelleschi puede sentirse en ella, aunque no está documentada su colaboración.

Trinidad, fresco en Santa María Novella

Masaccio marchó poco después a Roma, donde le sorprendió la muerte mientras trabajaba en la iglesia de Santa Maria Maggiore. Fue muy llorado por sus contemporáneos y estudiado extensivamente por sus sucesores. En su corta vida tuvo tiempo de cambiar el destino de la pintura italiana, y por ende, de la occidental. En su Trinidad podemos ver, justo encima del esqueleto de Adán, la siguiente profética inscripción:

"IO FUI GIA QUEL CHE VOI SIETE E QUEL CH'IO SONO VOI ANCO SARETE"

Yo una vez fui lo que tú eres hoy y yo soy lo que tú pronto serás.

Palabras que fueron escritas por un joven artista de 25 años, que no sabía que en menos de un año su destino se consumaría.

Masaccio_Self_Portrait

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Expresa tu opinión. Es gratis!!!