miércoles, 8 de junio de 2011

Bernini o el espíritu del Barroco

Autorretrato de Bernini, que también fue capaz de coger los pinceles Gian Lorenzo Bernini es, probablemente el máximo exponente de lo que se entiende por artista barroco. Partiendo de una formación manierista, fue el pionero de una nueva sensibilidad. Impuso un nuevo estilo y lo llevó a su máxima gloria y expresividad. Tras su desaparición del panorama artístico lo barroco derivó hacia formas cada vez más decadentes, que provocarían una reacción contra todo lo que este estilo significó. El neoclasicismo condenó todo lo barroco como deleznable, contrario a la razón y el decoro. Este estigma ha perdurado hasta tiempos muy recientes, cuando el legado de Bernini y sus más cercanos seguidores se ha revalorizado en su justa medida.

Gian Lorenzo nació en Nápoles en 1598. Su padre Pietro Bernini era un escultor toscano que poco después marcharía a trabajar al Vaticano en la Capilla Paulina. El joven Bernini aprendió el oficio La Cabra Amaltea, una de sus primeras obras notables para los Borgheseen el taller paterno, destacando muy pronto en el arte, pues su talento llamó la atención de la alta sociedad romana. El Cardenal Borghese fue su primer protector y cuando el Cardenal Barberini ascendió al solio pontificio con el nombre de Urbano VIII el artista gozó del mecenazgo papal. Bernini liberó entonces toda su creatividad. Obras como El Rapto de Proserpina, Apolo y Dafne o su personal versión del David inauguraron una nueva manera de interpretar la escultura, plena de dinamismo y exhuberancia. Las figuras se muestran inmersas en el momento más dramático de la acción. Bernini rompe con el tradicinal equilibrio clasicista para introducir la diagonal en sus composiciones, que pueden ser observadas desde distintos puntos de vista. Bernini fue a la escultura lo que Caravaggio a la pintura: un innovador que rompió con los convencionalismos hasta entonces aceptados para marcar un nuevo camino en la senda del arte.

El Rapto de ProserpinaDetalle del Rapto de Proserpina

Bernini se convirtió en el amo del panorama artístico romano: sus patrones los papas le encargaron los grandes proyectos públicos de la época. La Plaza de San Pedro, una gran serie de grandes palacios y fuentes romanas son obra suya. El artista fue implacable con cualquier posible rival; intentó acaparar todo el trabajo y reducir a sus competidores al silencio. El arquitecto Carlo Borromini o el escultor Francesco Mochi fueron algunas de sus más ilustres víctimas.

El imponente Baldaquino de San Pedro

Con la subida al trono de Inocencio X (1644), Bernini sufre un declive en su influencia. El nuevo papa es enemigo de los grandes fastos que el arte de Gian Lorenzo tan bien decoraba. No obstante, es en estos años cuando factura lo que será tal vez su obra más conocida, el Extasis de Santa Teresa. Esta obra es mármol hecho gloria, donde el arrobo espiritual se confunde con el delirio físico.

Con el nuevo papa Alejandro VII Bernini conoce nuevos tiempos de gloria. Vuelve a gozar de la máxima confianza cerca del trono pontificio y a disfrutar de los grandes encargos de la época. Es entonces cuando acomete la decoración de la Cátedra de San Pedro en el Vaticano y la espectacular tumba del papa Alejandro.

En 1664 es llamado por el Rey Sol para que acometa la reestructuración del Palacio del Louvre. Sin embargo, Bernini encuentra un ambiente hostil por parte de la comunidad artística francesa. A los pocos meses ya está de vuelta en Roma, donde será el absoluto dominador hasta su muerte.

Detalle de Apolo y Dafne La Verdad revelada por el Tiempo

Tumba de Alejandro VII

La Ciudad del Vaticano que podemos ver en la actualidad es en buena parte la versión que de ella Bernini nos ha legado. Roma conserva su impronta de manera indeleble a través de sus fuentes, monumentos y palacios varios. Hasta el siglo XX su influjo en la historia del arte se vio mermado y menospreciado por una buena parte de la crítica que consideró a Bernini como el iniciador de una especie de “época oscura” donde el buen gusto fue abandonado en favor de los excesos más groseros. Sin embargo la grandeza y majestuosidad de su obra están más allá de toda discusión. Bernini devolvió al arte el punto de emoción y voluptuosidad que el espíritu contrarreformista había intentado erradicar durante más de un siglo. Dejemos que nuestros ojos nos convenzan de la belleza de su arte más allá de ideas preconcebidas.

Extasis de Santa Teresa

La Beata Ludovica Albertoni

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