jueves, 26 de mayo de 2011

Pietro Liberi, soldado, pirata y pintor

Sumergido en mis lecturas, he descubierto un personaje cuya vida merecería que alguien le dedicara una película o una buena novela: Pietro Liberi (Padua, 1605 - Verona, 1687), notable pintor del s. XVII.

Comenzó como muchos artistas, siendo alumno de otro gran maestro, en este caso Alessandro Varotari, el Padovanino. Sin embargo, cuando concluyó su aprendizaje, decidió que quería conocer el mundo antes de establecerse como artista. Ni corto ni perezoso, marchó a Jerusalén, pero en el camino fue hecho prisionero por los piratas berberiscos. Estos le llevaron a Túnez, donde Liberi estuvo ocho meses encadenado en una celda, de la que escapó junto a otros rePietro Liberi Retrato de joven Palazzo Montecitorioclusos en una chalupa. Ya en alta mar, fue recogido por unos piratas malteses. Liberi se hizo pronto dueño de la situación. Se puso al frente del barco corsario y atacó junto a sus nuevos amigos a los berberiscos. Demostró tal bravura que el capitán maltés le propuso ser su socio en el negocio de la piratería. Liberi rechazó la oferta: se había cansado de ser pirata.

En los años siguientes viajó por toda Italia para conocer las grandes obras de los maestros que le precedieron. Pero se aburría siendo sólo pintor, así que se enroló como capitán en la tropa que comandaba el general mercenario Antonio Manfredini. Bajo su mando combatió a los turcos siguiendo las banderas del Gran Duque de Toscana. Llegó incluso a comandar una galera con la que derrotó al enemigo.

Sin embargo, Manfredini fue muerto en combate poco después y Liberi decidió colgar la espada. Volvió a calzarse las botas del viajero: marchó a Lisboa recorriendo toda la costa francesa y recalando en Madrid y Barcelona. Después volvió a Italia para establecerse en Roma y aprender del legado de Rafael y Miguel Angel Buonarroti. Después de unos años en la Ciudad de los Papas, decidió regresar a su tierra y vivir en Venecia, pero haciendo paradas en todas las grandes ciudades artísticas del camino, como Parma o Bolonia.

En Venecia se convirtió en uno de los más importantes pintores de su época. Fue apodado Il Libertino, por su gusto por los cuadros llenos de diosas de generosa anatomía (que a sus clientes les encantaban, era algo así como el porno de entonces…). El arte religioso, tan en boga por aquellos años, nunca fue su especialidad. Las vírgenes y los santos no le motivaban en exceso.

Vivió muchos años y murió rico y respetado. Fue hombre de una gran cultura, que dejó una inmensa biblioteca y que hablaba múltiples idiomas aprendidos en sus viajes, como el griego, el turco, el francés y el español, que dominaba a la perfección.

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