lunes, 7 de noviembre de 2011

Ribera, el Spagnoletto

Ribera es uno de los mayores genios que ha dado la pintura a lo largo de su historia. Vivió y trabajó casi toda su vida lejos de su patria, aunque su clientela se compuso en gran medida de españoles. Su importancia es decisiva en el avance de la pintura barroca en un momento crucial en el que hubo que dirimir Jose de Ribera Santa Maria Egipciaca 1651 Museo Filangieri Nápolesel camino que ésta había de seguir. Hacía poco que Caravaggio había dinamitado el panorama artístico italiano, dominado por el anquilosado manierismo. La prematura desaparición del maestro lombardo no supuso el fin de su influencia, al contrario, diversos artistas recogieron el testigo que Merisi había dejado abandonado en las playas de Porto Ercole. No solo sus amigos y colegas italianos fueron sensibles a su influjo. Una serie de pintores de diverso origen, sobre todo holandeses y españoles, se adentraron en la senda de lo que se llamó tenebrismo. Sin embargo, diez años después de la muerte de Caravaggio, esta corriente corría el riesgo de quedarse tan estancada como treinta años antes lo había estado el manierismo.

Jose de Ribera Comunion de los Apostoles 1651. Óleo sobre lienzo. 400 x 400 cm. Museo de la antigua Cartuja de San MartinoPartiendo del más estricto caravaggismo, Ribera  supo  como profundizar en una vena realista que ya por su origen español le venía de fábrica. Alcanzó de esta manera grandes cotas en su arte. Y sin embargo, cuando ya el artista se asomaba a la vejez, supo renovar la esencia de su arte incluyendo un insospechado lirismo y aclarando su paleta tonos más suaves, aplicados con suma maestría. Abandona el tenebrismo y su colorido se vuelve casi veneciano. Los rojos de su Comunión de los Apóstoles (1651) de la Cartuja de San Martino son dignos del mejor Tiziano. A pesar de ello, nunca perdió la capacidad de penetración psicológica que tan abrumadora resulta en alguno de sus mejores retratos.

Su pintura hasta la década de 1640 marcó a fuego la fama póstuma del artista. Tal vez esta faceta más tenebrista se vio favorecida por el éxito que tuvo dentro del círculo artístico más próximo al artista, integrado por pintores como el valenciano Juan Dó (tal vez identificable con el Maestro de la Anunciación a los Pastores) o los napolitanos Francesco y Cesare Fracanzano, Filippo Vitale, Pacecco de Rosa o el prematuramente desaparecido Carlo Sellitto. La mayoría de ellos se adentraron en una senda intensamente realista, en la que su paleta estaba dominada por los colores pardos y oscuros, y una pincelada a veces incluso violenta y deslabazada.

José de Ribera Deposición de Cristo 1626. Lienzo. 127 x 182 cm. Museo del Louvre

Este estilo lo había practicado ampliamente El Españoleto en sus cuadros religiosos, donde santos de adusta mirada e intensa personalización, rayana en el retrato, se hallan sumidos en la más melodramática negritud. Este es el arquetipo de lo riberesco que ha quedado para la posteridad, que obvia gran parte de su carrera posterior, mucho más variada en temática y estilo.

José de Ribera El patizambo 1642 LouvreIncluso antes de su llegada a Nápoles, Ribera había ejecutado algunas obras que, aunque tenebristas en su factura, se alejan de sus temas más conocidos. Estas son sus cuadros sobre los sentidos: El Gusto, El Tacto, El Olfato, que por su espíritu se encuentran íntimamente relacionadas con algunas obras de tema costumbrista de los hermanos Carracci y de otros artistas del norte de Italia.

Son, no obstante, algunas obras de su período de madurez las que ilustran esta vena realista del artista valenciano. Muy conocidos son El Patizambo del Louvre o el Retrato de Magdalena Ventura, la mujer barbuda, obras de contundente veracidad e indiscutible maestría, muy cercanas en espíritu a la producción retratística de Velázquez.

En el otro plato de la balanza tenemos sus hermosas Inmaculadas, en realidad retratos de su hija María Rosa, que ilustran la gran delicadeza que se ocultaba tras el pincel, a veces furioso, del maestro. Obras de intensa sensibilidad, realizadas con un colorido suave y hermoso, acordes con el tratamiento más humano del tema que sin duda pretendió infundirles el pintor.

José de Ribera Magdalena penitente o Santa Tais 1641 Museo del PradoLa parte menos conocida para el público en general de la obra del valenciano se encuentra en la napolitana Cartuja de San Martino. Allí Ribera lleva hasta el límite su gusto por el color, tal vez influido por el suntuoso marco que suponía el edificio, renovado en un gusto plenamente barroco por el arquitecto Cosimo Fanzago.

Los últimos años de Ribera son tristes en lo personal y en lo artístico. La revuelta de Masaniello (1651) sumió en la crisis económica a la ciudad de Nápoles. Ribera, en parte por la edad y en parte por diversas enfermedades, había reducido considerablemente su producción. Se vio obligado a confiar cada vez más trabajo en las manos de sus ayudantes de taller. Esto repercutió en su economía, que se resintió notablemente. La puntilla se la puso un personaje de la más alta alcurnia, Don Juan José de Austria, el bastardo de Felipe IV que había sido enviado al frente del ejército español para sofocar la revuelta napolitana. El príncipe encontró tiempo en su apretada agenda para seducir a Margarita de Ribera, hija o tal vez sobrina del pintor. Parece que el escándalo deprimió profundamente al viejo artista, que murió al año siguiente (1652)

José de Ribera Sagrada Familia con Santa Catalina 1648 Metropolitan Museum José de Ribera San Juan Bautista Museo del Prado

La obra de Ribera es la de un artista de profunda cultura. Parece que se formó en su Valencia natal con Francisco Ribalta, pero con apenas veinte años marchó ya a Italia. Parece que la oscuridad de sus primeros años italianos se va disipando un tanto. Está probado que pasó algunos años en el norte de Italia y en Roma, donde hubo de absorber a la fuerza lo mejor del arte de los grandes maestros. Allí entró en contacto con los principales caravaggistas, que tan profundamente marcarían su obra temprana. Sin embargo, también estudió a otros maestros, cuya influencia afloraría posteriormente. Se ha señalado la huella de Guido Reni y Domenichino en su obra más colorista, aunque es difícil separar tan diversos ingredientes, que la inteligencia de Ribera supo cristalizar en un estilo único.

José de Ribera Apolo desoyando a Marsias 1637 Museo de Capodimonte

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